miércoles, junio 05, 2013
Cascabelera
dentro de la boca de la noche,
(un zumbido, dos lunas y media,
te estuve llamando como quien llama la madera)
hay una ciudad que cueva.
viernes, septiembre 07, 2012
Faneroscopías
domingo, febrero 05, 2012
sábado, octubre 16, 2010
Si y sólo si: hay que leerlo.
domingo, septiembre 26, 2010
domingo, septiembre 05, 2010
martes, octubre 20, 2009
jueves, septiembre 10, 2009
Sesión sin buchaca
miércoles, agosto 12, 2009
Diario de campo que Lorca
domingo, mayo 17, 2009
Acerca de Minotaura
El poema es una vaca
en estado de jazz.
Minotaura que germine es un nido de bisagras. Era el año 2005 y me encontraba, buscándome, al centro del jazzerío afelpado y tumbón de Louis Armstrong. Aunque metido hasta el cuello en el caldo lechoso de la escucha, pensar en el trompetazo buarrunto de aquellos metales me tenía algo conflictuado: por un lado, me parecía un pretexto impecable para malabar algún ejercicio de ponderación palabra. Al mismo tiempo, presentía que el afortunado exceso improvisatorio del hulefante aquel, con sus florituras rasposas y sincopelías de accidente, no debía ser tocado (entorpecido) por alguna criba textual que le resultara modorra. Me encontré con bicicleta nueva, pues, y no quería pedalearla por temor a las posibles raspaduras o, en todo caso, a las feas raspablandas.
El escenario de Satchmo papalote, con su sonido surcado de vinilo, con su protagonismo de tromba y sordinal de almizcle pando, me llevaron de forma natural hacia la troncha, irresponsable y buena pelambre vocal de Ella Fitzgerald. Me encontré entonces metido en el centro sin esquinas de aquel par de animales pastosos, escuchando como quien babea luego de un kilo de aguamiel, pasmo, empalagado y turulato. Aquello fue una madriza.
Fue entonces cuando empecé a imaginarlos animales, gruñéndose a cada rato, dándose cornadas y andando a trompicones en medio de ventoleras de trombones y saxos, desparramados y rumiantes, cóncavos a la sombra panzona de un tololoche y feliz, chambonamente enfangados.
Sin darme cuenta, eso dice uno siempre, ya estaba yo poniéndoles palabras encima, retorciéndoles los pescuezos y las trompas con emplastes que me fueron salpicando sus cromáticas, rechonchas personalidades. A Satchmo le empezó a caer lodo encima, empezó a mugir sincopadamente en tanto el cuerpo se le iba estirando, mullón y chocolato, barrunto de saberse bobino y seminal. A Ella le sucedió algo similar. A fuerza de escucharla me fue dictando su calidad vacuna, su ritmito de tora formidable, su condición de fornitura suculenta hasta que cuás, me encontré con un par de cornamentas pastando, mascando muebles y estropeándolo todo en mi ya bastante estropeada sala.
Ya en esas condiciones, y sin poder dejar de escuchar aquella música energúmena, me empezaron a preocupar dos asuntos: por una parte, me encontré con que, bobinos e inopinados, Pops y Ella se fueron acercando a mis libreros con la firme intención de rumiar las secciones de poesía en sus bocazas alfalfas de yerbatura. Me imaginé a San Juan, a Langston Hughes, a Tablada, a Kozer o a Deniz machacados, echos pasta de herbaje, dando vueltas en aquellas formidables panzas tripartitas, y confieso que la escena me pareció inquietante pero justa.
Mi otro motivo de preocupación fue un efecto no previsto en la metamorfosis vacuna de Ella. Me di cuenta de que la cantanta, resistiéndose a convertirse en vaca y nada más, comenzó a caminar apoyada únicamente en sus cuartos traseros, que empezó a recobrar su forma de hembra humana, cuando menos parcialmente, sin perder su cornamenta o el gusto por rumiarlo todo con su voz trombona. A todo esto, el jazzerío seguía acosándome.
¿Qué hacer con un vaco boyuno y una tora parada y cachonda (porque Minotaura es cachondísima) que se adueñan pastando de la casa? Naturalmente, lo único que el decoro y las buenas costumbres le dictan a uno hacer en estas ocasiones: espantarlos a punta de librazos. Así como ellos se sacudían las moscas con el mechón pastoso de sus colas, fui yo arrinconándolos, haciéndolos ceder terreno hacia la última rendija que pude encontrar como salida natural y medianamente digna para aquellos animales bachianos y rumiantes: un laberinto empolvado en la isla de Creta, donde encontré el nombre de aquella animala grupal y rítmica, por pudorosa elección natural: tuvo que ser Minotaura, aquella rinoceronta bípeda, ya que la otra opción, Clarabella, me pareció menos decorosa y falta de eufonía.
A escobazos pues, y no sin esfuerzo, logré meter aquel par de animalos en las páginas imprevistas de este libro zoófilo, argumente y blufeado, que es el pretexto que me puso a escribir sobre ese libro que todavía no existe.
Joder.miércoles, mayo 06, 2009
martes, abril 28, 2009
Nece(si)dades
Es entonces cuando.
miércoles, diciembre 10, 2008
Got sustancia?
(Salvo, claro, cuando uno tiene las pésima costumbre de malabar las palabras).
miércoles, noviembre 19, 2008
...que la pintura
Frecuentemente, la palabra fatal es utilizada inopinadamente en lugar del término letal. En todo caso, lo primero, inevitable, refiere cierta condición peculiar de lo segundo, mortífero: así, los términos se relacionan y dialogan entre sí por el carácter ineluctable de sus condiciones: lo mortífero es una fatalidad, y no hay idea que represente mejor lo fatal que la muerte.
Cuando nos encontramos con Mi padre, proyecto arte-instalación de Gustavo Siono, es el aire de fatalidad lo que vuelve aquella muestra inquietante. Más allá del discurso pictórico, más allá de la dramatización inherente a su condición de instalación (cuando así ha sido presentada), pervive la sensación de fatalidad: Mi padre es un encuentro con lo ineludible, y sus imágenes construyen su discurso alrededor de la imposibilidad de la evasión: el registro deviene implacable y su imaginario va y viene (negocia, media) de lo expresivo a lo documental.
En la diversidad de registros de la exposición (que, ya lo diremos, es en realidad tres exposiciones), el nivel narrativo juega un papel preponderante.
La sintaxis intercambiable de la serie (siete obras pictóricas) se resuelve en un solo hecho consumado, necesario y cierto desde el primer momento: “El último rostro de mi padre” es la consumación del trayecto trazado a manera de catarsis o confrontación para y con la muerte: al centro, en medio de un golpe de textura ominosamente blanco, se hace un rostro que es una caída: detrás, a la derecha, el recorrido hacia el abismo es profundidad y luego nada: un abismo como inminencia.
En el camino de la imagen, la degradación se convierte en hilo conductor y conflicto, y aquella muerte deviene resolución necesaria (Clave: lo fatal de lo letal). De alguna forma, esa última imagen restituye el estado de las cosas y perfila el fundamento mismo de la muestra: después de la vida, sólo queda la creación.
* * *
El sentido de las imágenes se encuentra más allá de la pintura, detrás de ella. El impacto primero, seguramente el más cierto, está relacionado con el reconocimiento de la condición dolorosamente humana de la situación/locación propuesta a manera de espacio fatal: el acceso a Mi Padre es una invitación al ámbito de lo irremediable y, paradójicamente, a su posible resolución en lo pictórico.
Del ámbito al objeto
Originalmente, la intención de la muestra fue recrear un escenario, una situación que convirtiera por la presencia el motivo irreductible de la ausencia: al centro, una cama vacía era el hilo conductor y la provocación de un silencio escandaloso. En sus dos escenarios originales (Festivales Sol y Vértice, mayo y junio de 2008), el lugar preponderante de “Sólo faltas tú”, arte instalación, funcionaba como centro y clave de lectura para las imágenes pictóricas que rondaban (narraban) las condiciones (convalecencias) de aquel espacio lleno-de-vacío.
Al pasar de la instalación a la exhibición (actualmente en el vestíbulo de la Escuela de Artes de la UABC), el sentido de la muestra pierde gran parte de su fuerza. El sentido de unidad que originalmente tuvo —ese que uno sentía vulnerar al penetrar en el íntimo ámbito de la agonía— queda trocado por la conciencia esquiva de la fragmentación.
Sin embargo, es ese mismo suceso —la ruptura del espacio íntimo— la que permite replantear el peso específico, individual de cada pieza (suma de singularidades), que se veía fatalmente condicionado a la demasía funcional de la instalación original. Ante este nuevo escenario, la obra gana en forma y el discurso se desplaza hacia lo expresivo individual.
* * *
En el nuevo formato de la muestra, el módulo central (“Sólo faltas tú”) en el que antes hubo una cama, un tanque de oxígeno, implementos de atención médica, un crucifijo, pero sobre todo aquella ausencia, se vio desplazado por la impúdica profanidad de una televisión —21 pulgadas, pantalla plana, cables amarillo, rojo y blanco conectados al reproductor de discos— de modo que la lectura total cambió considerablemente de sentido.
Por una parte, la ausencia de la ausencia resulta flagrante. Aquella cama vacía representaba para el espectador el reto a sortear —¿el factor de riesgo?— al enfrentarse con el suceso/retroceso de convalecencia y muerte.
Por otra parte, la función específica del registro videográfico, la gestación y construcción misma del proyecto, confiere (restituye) a las imágenes su carácter de construcciones pictóricas; una vez que la textura o el color son observador como actos específicos de creación en proceso, las piezas cobran un sentido decididamente objetual. Vaya: a fuerza de nombrar con las manos la textura sobre la tela, uno se ve obligado a observarla nombrada en la pieza ya resuelta. El resultado: una redefinición estética del color y los materiales. La expresión toma sustancia física, y llega entonces la observación. El aporte principal: la impudicia mórbida del backstage: en la pantalla, vemos al artista trabajando, las manos empastadas, los trazos modelados a golpes de pintura. Las imágenes en movimiento son una arqueología de la gestión entre artista, color, tela y textura. El contraste nombrado (flagrante) en su entorno de pintura y convalecencia y color y silencio y expresión y muerte y vida. ¿Ruptura? No: ventana.
CODA
Este último párrafo lo iba yo a dedicar a la que, sin duda, es la mejor resuelta de las piezas. Lleva por título “Triste agonía”, y no escribiré nada al respecto: ahí está la imagen. Gustavo Siono ha descubierto que la pintura.
miércoles, mayo 14, 2008
De viaje
En el blog de Enrique Mendoza se pueden leer algunos detalles sobre la premiación y el dictamen.
martes, mayo 13, 2008
jueves, mayo 08, 2008
Contradanza
*
Cuando la poesía está a punto de suceder:
coro de mapaches por la tarde
y salir dos vueltas a la izquierda.
Entonces.
*
Dime tu nombre
y te diré cómo te llamas.
*
Estaba ahí:
en tanto, un camino de piedras pequeñas.
*
¿o sí?
lunes, mayo 05, 2008
TIEMPO DE LITERATURA MXL 08
l i t e r a t u r a d e c u e r p o p r e s e n t e
Luego de años de sequía, tenemos nuevamente en Xicalli un encuentro de escritoras, escritores y escrituras: los días 15, 16 y 17 de mayo, acción palabrista y nocturna, legable y bebestible.
La cosa es que hay que estar ahí.
La información completa está aquí.
La verdad relativa no sé donde está.
No hagas click aquí. No tiene caso.