martes, noviembre 29, 2005

El poeta es un facedor de filamentos:

rastroja yunto los letrajes,
araña lo que digo,
púa de picor
los apalabres,
malabar y filabaja.

Amalgama.
Raspa.

domingo, noviembre 27, 2005

Silencio, esta palabra también susurra sobre el papel
y retira
las ramas causadas por la palabra "bosque".

-Wislawa Szymborska
Si el poema no machuca, corazón por qué estás triste.

viernes, noviembre 25, 2005

Nochetura.

Y luego se nos fisura la diurne, y el mundito se refracta sobre su propio éjele, y las otras voces parecen líquenes barbarotes al filo de la batalla, y el entendimiento se decide por la mitofagia, y somos orcos homófonos, alambristas ceñideros, jibas innecesarias, panfletos colectivos de ese ríspido lechoso que es el resbalar (res balar) cotidianema, y pínice, y entonces una declaración decididamente tolvanera:

las palabras cuajan y uno plín.

miércoles, noviembre 23, 2005

Es cierto: las palabras amasadas en exceso pueden devenir engrudo.

Circunloquio retrospecto,
y oteo piara de guarrismos.

De ahí la conveniente economía del silencio.

Espabilareme.

martes, noviembre 22, 2005

César Vallejo ha querido darme una solución:

azular y planchar todos los caos

Claro, César, pero luego ¿cómo vórtice las horas yuntas?

lunes, noviembre 21, 2005

*

Poesía: sarna jocunda.

*

domingo, noviembre 20, 2005

Ser poeta no es una ambición mía.
Es mi manera de estar solo.

Alberto Caeiro

viernes, noviembre 18, 2005

El silencio es sapo, lapso y matraca.
Intersticio es una palabra lacia.

Parece excesivamente aséptica, como si la hubiesen pasado por alcohol, como si un mechero le hubiese quemado el alma dejándola en grafito que no manche, en vidrio que no importe que se rompa o no se rompa.

Aunque la palabra funciona, le falta el calor de los acentos, el vigoroso, insolente aire de los dígrafos, el calor-venida una diéresis cachonda.

Las palabras deberían tomar algunos riesgos, someterse al fragor de los salivajes que las contienen.
Hacer poemas como larvas.
Eso.
Gestar eclosiontes.

miércoles, noviembre 16, 2005

* * *

El poema es un aullido.

Y una guarrada.

Afuera, la luna llueve.

* * *
tú sabes que estos versos
me los dicta la vida
tú sabes que esta noche me la dicta el insomnio
tú sabes que esta página me quema como tus muslos
tú sabes que esta fiebre me la sueña tu sueño en otra cama

-Orlando Guillén

lunes, noviembre 14, 2005

La poesía no tiene ombligo.
Iluminación y contraste:

Los poemas son animales gregarios, sí, y está bien que así sea; los poetas no deberían serlo. Con asumir su animalidad sería bastante. Supuran demasiado. La suma de sus pudores es inversamente proporcional al cuadrado de sus ademanes.
Me queda claro:
la poesía está en otra parte, siempre.

miércoles, noviembre 09, 2005

El que palabra jode dos veces.

Hoy las palabras se me jodieron irremisible, profunda, largamente, y yo con ellas.

Entonces, el milagro de las manos.

Y Rilke.

sábado, noviembre 05, 2005

Las palabras son shamanas: incluso un acróstico puede ser sanado, vuelto a la carne, filamento, tentación y viaje. Funámbulos son los caminos del poema, y triptongas sus posibilidades.

martes, noviembre 01, 2005

Ante todo se trata de un asunto de perspectiva. Sentirse de pronto tentado por la posibilidad de reinventarse las manos a través de esa perversión que es la escritura, resulta ser un asunto siempre y en todos los casos tangencial. Escribir es pensar de manera obsesiva en lo otro, en lo ajeno, en lo no-uno.

El ensimismamiento, el monólogo interior, la aparente reflexión no son sino imposturas que revelan lo incompleto y fatal de la escritura: no escribo yo, son mis manos. Solamente conozco mi escritura -la que creo o reconozco como mía- a través del ejercicio maniqueo de la escritura. Y la escritura, por supuesto, siempre está pensando en otra cosa cuando coincidimos.

Todo se resume, de manera inevitable, a la espera de ese día, de ese momento, de esa posibilidad. A cuando. A entonces. A sí.
Cada poema es una subversión.