Si las palabras nos refulgen,
puños de tierra en las orejas.
martes, enero 31, 2006
jueves, enero 26, 2006
sábado, enero 21, 2006
lunes, enero 09, 2006
Habría que escribir sin créditos. Mientras más creo en lo que escribo más convencido estoy de que lo otro es efectivamente lo otro, y es ahí donde empiezan los empozamientos y las rompeduras.
Dar crédito es creer, y creer es un verbo peligrosamente cercano a las veladoras, a los retratos y a la quiromancia.
Aun así, es imprescindible creer en lo que escribimos, pero más importante todavía es creer en el descrédito de creer. Si olvidamos que la escritura es un doble fondo, una cuerda fofa, una casa de los espejos, terminaremos fondeados, fofos y casaespejodientes.
Quiero creer que no creo en el lenguaje, y por eso lo recreo cucho y ditirambo.
Nada que pueda ser medido por yambos puede ser digno de crédito.
Dar crédito es creer, y creer es un verbo peligrosamente cercano a las veladoras, a los retratos y a la quiromancia.
Aun así, es imprescindible creer en lo que escribimos, pero más importante todavía es creer en el descrédito de creer. Si olvidamos que la escritura es un doble fondo, una cuerda fofa, una casa de los espejos, terminaremos fondeados, fofos y casaespejodientes.
Quiero creer que no creo en el lenguaje, y por eso lo recreo cucho y ditirambo.
Nada que pueda ser medido por yambos puede ser digno de crédito.
jueves, enero 05, 2006
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