Uno no es otra cosa que un zurcidor de jaspeaduras grafas.
El palabral germina solito, alharaco.
miércoles, diciembre 28, 2005
lunes, diciembre 26, 2005
L a p l á t a n a p l á s t i c a
La observación es un ejercicio que tiene más que ver con el ritmo cardiaco que con el enfrentamiento verdadero con la obra (y mencionar la obra como la obra es ya un almidonazo).
Si no fuese así, la obra tendría que ser el centro equívoco pero cierto de todas las tarareadas que le rondan, y sabemos que no es así.
Toda observación pública no es otra cosa que salivaje -de mayor o menos espesura- falto de pudor.
De ahí la necedad lombriza de las curdadurías cool.
De ahí lo garrafón de las cooladurías.
La observación es un ejercicio que tiene más que ver con el ritmo cardiaco que con el enfrentamiento verdadero con la obra (y mencionar la obra como la obra es ya un almidonazo).
Si no fuese así, la obra tendría que ser el centro equívoco pero cierto de todas las tarareadas que le rondan, y sabemos que no es así.
Toda observación pública no es otra cosa que salivaje -de mayor o menos espesura- falto de pudor.
De ahí la necedad lombriza de las curdadurías cool.
De ahí lo garrafón de las cooladurías.
miércoles, diciembre 21, 2005
lunes, diciembre 19, 2005
sábado, diciembre 17, 2005
martes, diciembre 13, 2005
domingo, diciembre 11, 2005
Habría que entender el imaginario no como una fenomenología, sino como una forma de apropiación de la realidad a partir de la suma de sus percepciones aparentes, que sabemos son rete volátiles. Al final, somos solamente aquello que asumimos que somos, eso que hemos decidido ser.
La literatura, entonces, es verdad absoluta en tanto que mentira relativa.
De alguna forma.
La literatura, entonces, es verdad absoluta en tanto que mentira relativa.
De alguna forma.
jueves, diciembre 08, 2005
martes, diciembre 06, 2005
lunes, diciembre 05, 2005
domingo, diciembre 04, 2005
jueves, diciembre 01, 2005
Tarde o temprano, la poesía se vuelve delatora. Parece imposible que se nos conserve en la tinta todo ese mundo cotidiano, consustancial a nuestros actos, que nos persigue los talones y nos nombra con los nombres de nuestro entorno.
El problema es que la poesía de circunstancia parece la mejor adaptada a los cambios climáticos. Quizá sea un asunto de selección natural. Uno anda por la vida a veces racional, a veces mambo, en ocasiones agonío y con frecuencia turulato. En esos distintos momentos, escribimos con el grafito de nuestra temperatura.
Y resulta que siempre y en todos los casos, además de escribir, además de pensar, sufrir, viajar o mitocondria (Orgánulo de las células eucariontes en el que tiene lugar la respiración celular), estamos atados (pues don Mishima se tomaba las cosas demasiado en serio, a saber: en carne propia) a lo consuetudinario, al díatrasdía, a lo sucesivo como costumbre de salón o tradición de familia polar. Las costumbres hacen hoyos, como el agua mucha en las piedras que la enfrentan y algunas clases de cangrejo.
Entonces uno escribe y escribe, y resulta que las palabras se van diluyendo, concomitando, poniendo suspensivas, elusorias, vagas, y uno decide que quizá lo mejor sea el silencio, aunque sea como pretexto para seguir siendo eso: garabatos elásticos.
Y luego uno se calla.
Y las palabras tracatatraca.
L a s m u y g u a r r a p a t a s.
El problema es que la poesía de circunstancia parece la mejor adaptada a los cambios climáticos. Quizá sea un asunto de selección natural. Uno anda por la vida a veces racional, a veces mambo, en ocasiones agonío y con frecuencia turulato. En esos distintos momentos, escribimos con el grafito de nuestra temperatura.
Y resulta que siempre y en todos los casos, además de escribir, además de pensar, sufrir, viajar o mitocondria (Orgánulo de las células eucariontes en el que tiene lugar la respiración celular), estamos atados (pues don Mishima se tomaba las cosas demasiado en serio, a saber: en carne propia) a lo consuetudinario, al díatrasdía, a lo sucesivo como costumbre de salón o tradición de familia polar. Las costumbres hacen hoyos, como el agua mucha en las piedras que la enfrentan y algunas clases de cangrejo.
Entonces uno escribe y escribe, y resulta que las palabras se van diluyendo, concomitando, poniendo suspensivas, elusorias, vagas, y uno decide que quizá lo mejor sea el silencio, aunque sea como pretexto para seguir siendo eso: garabatos elásticos.
Y luego uno se calla.
Y las palabras tracatatraca.
L a s m u y g u a r r a p a t a s.
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