martes, octubre 20, 2009

jueves, septiembre 10, 2009

Sesión sin buchaca

Palabras como pompa, clavijero, pínice o aguamanil:

quizá esa sea la mejor definición
para una clase que se margarina por falta de tueste.

Afortunadamente, la lectura.

miércoles, agosto 12, 2009

Mitosis

¿Por qué lagaña se dice legaña?

Diario de campo que Lorca

Hoy la semiosis es un combo pachón y enchiloso:
verde que entelequia verde.










(o primer día de clases que lo aguante)

domingo, mayo 17, 2009

Acerca de Minotaura

El poema es una vaca

en estado de jazz.

 

 

Minotaura que germine es un nido de bisagras. Era el año 2005 y me encontraba, buscándome, al centro del jazzerío afelpado y tumbón de Louis Armstrong. Aunque metido hasta el cuello en el caldo lechoso de la escucha, pensar en el trompetazo buarrunto de aquellos metales me tenía algo conflictuado: por un lado, me parecía un pretexto impecable para malabar algún ejercicio de ponderación palabra. Al mismo tiempo, presentía que el afortunado exceso improvisatorio del hulefante aquel, con sus florituras rasposas y sincopelías de accidente,  no debía ser tocado (entorpecido) por alguna criba textual que le resultara modorra. Me encontré con bicicleta nueva, pues, y no quería pedalearla por temor a las posibles raspaduras o, en todo caso, a las feas raspablandas.

            El escenario de Satchmo papalote, con su sonido surcado de vinilo, con su protagonismo de tromba y sordinal de almizcle pando, me llevaron de forma natural hacia la troncha, irresponsable y buena pelambre vocal de Ella Fitzgerald. Me encontré entonces metido en el centro sin esquinas de aquel par de animales pastosos, escuchando como quien babea luego de un kilo de aguamiel, pasmo, empalagado y turulato. Aquello fue una madriza.

            Fue entonces cuando empecé a imaginarlos animales, gruñéndose a cada rato, dándose cornadas y andando a trompicones en medio de ventoleras de trombones y saxos, desparramados y rumiantes, cóncavos a la sombra panzona de un tololoche y feliz, chambonamente enfangados.

            Sin darme cuenta, eso dice uno siempre, ya estaba yo poniéndoles palabras encima, retorciéndoles los pescuezos y las trompas con emplastes que me fueron salpicando sus cromáticas, rechonchas personalidades. A Satchmo le empezó a caer lodo encima, empezó a mugir sincopadamente en tanto el cuerpo se le iba estirando, mullón y chocolato, barrunto de saberse bobino y seminal. A Ella le sucedió algo similar. A fuerza de escucharla me fue dictando su calidad vacuna, su ritmito de tora formidable, su condición de fornitura suculenta hasta que cuás, me encontré con un par de cornamentas pastando, mascando muebles y estropeándolo todo en mi ya bastante estropeada sala.

Ya en esas condiciones, y sin poder dejar de escuchar aquella música energúmena, me empezaron a preocupar dos asuntos: por una parte, me encontré con que, bobinos e inopinados, Pops y Ella se fueron acercando a mis libreros con la firme intención de rumiar las secciones de poesía en sus bocazas alfalfas de yerbatura. Me imaginé a San Juan, a Langston Hughes, a Tablada, a Kozer o a Deniz machacados, echos pasta de herbaje, dando vueltas en aquellas formidables panzas tripartitas, y confieso que la escena me pareció inquietante pero justa.

Mi otro motivo de preocupación fue un efecto no previsto en la metamorfosis vacuna de Ella. Me di cuenta de que la cantanta, resistiéndose a convertirse en vaca y nada más, comenzó a caminar apoyada únicamente en sus cuartos traseros, que empezó a recobrar su forma de hembra humana, cuando menos parcialmente, sin perder su cornamenta o el gusto por rumiarlo todo con su voz trombona. A todo esto, el jazzerío seguía acosándome.

¿Qué hacer con un vaco boyuno y una tora parada y cachonda (porque Minotaura es cachondísima) que se adueñan pastando de la casa?  Naturalmente, lo único que el decoro y las buenas costumbres le dictan a uno hacer en estas ocasiones: espantarlos a punta de librazos. Así como ellos se sacudían las moscas con el mechón pastoso de sus colas, fui yo arrinconándolos, haciéndolos ceder terreno hacia la última rendija que pude encontrar como salida natural y medianamente digna para aquellos animales bachianos y rumiantes: un laberinto empolvado en la isla de Creta, donde encontré el nombre de aquella animala grupal y rítmica, por pudorosa elección natural: tuvo que ser Minotaura, aquella rinoceronta bípeda, ya que la otra opción, Clarabella, me pareció menos decorosa y falta de eufonía.

A escobazos pues, y no sin esfuerzo, logré meter aquel par de animalos en las páginas imprevistas de este libro zoófilo, argumente y blufeado, que es el pretexto que me puso a escribir sobre ese libro que todavía no existe.

Joder.

miércoles, mayo 06, 2009

Festival de Literatura MXL09

Mexicali, 14, 15 y 16 de Mayo.
Haz clic aquí para conocer el programa a detalle.
Si quieres. 

martes, abril 28, 2009

Nece(si)dades

Abrigar una entrada es ponerle guantes de estambre a un palabrario que se ha quedado, y no avanza.

Es entonces cuando.